Con la conmemoración de los 100 años del hundimiento del titanic surgen (varias, una vez más) las historias que se cuentan en relación al hecho.
Pocos sabemos (sabíamos) que en el gradioso buque viajaba un Mexicano, un joven político Mexicano de nombre Manuel Uruchurtu.
La historia es por demás singular.
Comenzaré diciendo lo siguiente: ¿quién en su vida no ha viajado como pasajero en el sistema de autobuses urbanos de su ciudad?, creo que todos (o casi todos), y las historias vividas ahí son variadas, pero hay varias constantes, una de ellas es acerca de aquellas personas (por lo general varones) que, pudiendo, ceder su asiento a quienes lo necesitan más (mujeres, gente de la tercera edad, enfermos, embarazadas, etc.) no lo hacen. ¿Se imaginan ahora lo que ésos maleducados e insensibles harían si al ceder su lugar salvaran una vida y pusieran la suya en riesgo?.
Pues bien, en el momento mismo del hundimiento del barco, Manuel estaba ya en un bote (el número once si mal no recuerdo) y cedió su lugar a una mujer y su bebé para salvarlos, en consecuencia murió.
¿Tengo más que decir y contar?
¿Tengo más que decir y contar?
Una historia sublime de valor, de amor y de educación. Quiero recalcar el hecho de que fué UN JOVEN, UN POLÍTICO y UN MEXICANO.
Honor a quien honor merece y hoy es un buen día para rendirlo.
¡Bravo Manuel!
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