miércoles, 31 de marzo de 2010
MEXICO BICENTENARIO El Presidente
Benito Juárez (1806-1872) le dio dimensión nacional a la presidencia de la República. De 1857 a 1867 condujo exitosamente al país a través de la guerra de Reforma, la intervención francesa y el imperio de Maximiliano. Instalado con su gobierno en Veracruz, durante el conflicto contra los conservadores (1858-1861) expidió las famosas leyes de Reforma con las cuales se logró la separación definitiva entre el poder civil y el poder eclesiástico. Expropió los bienes de la iglesia, secularizó los cementerios, estableció la libertad de cultos e instituyó el registro civil.
Para imponerse sobre los conservadores, Juárez autorizó la firma del tratado McLane-Ocampo, por el que se concedía, entre otras cosas, el paso a perpetuidad de los estadunidenses por el Istmo de Tehuantepec. El tratado no fue ratificado por el Congreso de Estados Unidos pero la ayuda material recibida por el gobierno juarista inclinó la balanza de la guerra en favor de los liberales. Sin la ayuda de Estados Unidos, los liberales hubieran sido derrotados.
En 1861, Juárez confirmó su mandato a través de las elecciones. Pero la guerra civil había dejado una situación hacendaria deplorable por lo que Juárez decidió suspender el pago de la deuda externa por dos años, hecho que sirvió de pretexto para la intervención francesa y el imperio de Maximiliano apoyado por los conservadores mexicanos.
De 1862 a 1867, Juárez mantuvo la legalidad frente a la invasión extranjera. Durante 5 años encarnó a la república y la llevó hasta el sitio más recóndito del territorio nacional para mantenerla a salvo. Luchó contra la adversidad, contra las derrotas militares, contra el abandono de sus colaboradores, atravesó el desierto, y al final triunfó.
El presidente no se arredró ante la presión internacional que pedía el perdón de Maximiliano. Era la hora de consolidar a la República y de que México se ganara el respeto de la sociedad internacional, y sin tentarse el corazón el archiduque fue fusilado.
En julio de 1867, Juárez regresó victorioso a la capital del país. Inició así el periodo de la República Restaurada, en el que don Benito comenzó a tomarle gusto a la silla presidencial y se reeligió en dos ocasiones. Fue uno de los pocos momentos donde la vida política nacional se desarrolló de manera plena, con la independencia absoluta de los poderes de la federación y un respeto irrestricto por las libertades públicas, además de un altísimo nivel intelectual en las discusiones públicas.
Juárez solo dejó la presidencia por intervención de la muerte que se la arrebató en pleno ejercicio de sus funciones. A partir de ahí su figura se convirtió en un símbolo para la historia nacional.
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